Rukmini Devi, tomado de ‘Selección Teosófica’, junio de 1.965
Todos más o menos pensamos que muchas guerras y querellas se podrían evitar con solo que el resto del mundo escuchara y siguiera exactamente ‘lo que yo digo’. Creemos que el mundo gira en torno a nosotros. Y por eso el Señor Buda, movido por su gran amor a la humanidad y su deseo de solucionar los problemas del mundo, descubrió que al fin y al cabo estamos sufriendo sólo porque nos hacemos sufrir, porque hay tantísimo de ese elemento del yo que nos hace desear tantas cosas para nosotros mismos. También sabía Él que no bastaba con que Él diera su enseñanza y nosotros dijéramos, ‘La acepto y por tanto soy feliz’. Aceptar una enseñanza no nos hace felices. Lo que nos hace felices es vivirla. Más aún, comprenderla, experimentarla, y por último dejarla que nos inunde no como viniendo de alguien, aunque este alguien sea un gran individuo, como el Señor Buda, sino como que viene de nuestros corazones y mentes para irradiar desde ellos. Pues lo que damos es más importante que lo que se nos da. Por eso hizo Él aquella recomendación contundente, que es la más bella de todas: ‘Sed lámparas de vosotros mismos’. O sea que no aceptemos las cosas simplemente porque Él las dice, sino sólo porque sabemos que así son, porque comprendemos.
Si estudiamos las vidas de los grandes Instructores, veremos que ninguno de Ellos fue exactamente un líder religioso, ni el fundador de una religión, sino que cada Instructor nos ha dicho que debemos ser sinceros, ser nosotros mismos, ser individuos veraces y leales, y eso es todo.
El espíritu religioso es el espíritu de crecimiento, de creatividad, de profundo sentimiento de gran aspiración. Es el espíritu de un magnífico sentido de unidad, no porque pensemos que la unidad es una cosa bella sino porque sentimos la unidad. Así podemos ver que ninguna religión ha nacido de una filosofía, sino que la filosofía nació de vivir la religión. Pero a veces nos contentamos con estudiar las enseñanzas y nos olvidamos de vivirlas. Pensamos en la ciencia de una religión, pero olvidamos el espíritu y el corazón de la religión, que es lo más importante pues está en el corazón del individuo. Ni siquiera un gran Instructor podría poner en nuestros corazones algo que no estuviera ya en ellos; Él lo estimula, puede rodearnos de una gran atmósfera de inspiración que nos eleva, nos ennoblece y da un toque creador a nuestras vidas.
La palabra ciencia es muy atrayente para todo el mundo. Todos piensan que la ciencia es una cosa maravillosa, porque los científicos han producido infinidad de cosas: pero francamente, yo no soy admiradora de esta era científica. Prefiero una era en la que la gente sea simplemente humana, y me parece que la gente que piensa demasiado en la ciencia no es tan humana como pudiera serlo; eso no quiere decir que todos los científicos son inhumanos. Sé que quienes son muy grandes son a la vez mente y corazón, y especialmente corazón, pero la mayoría de la gente es más mente que corazón. Y por eso tenemos en esta era moderna un gran culto a la ciencia, como a una nueva religión. Pero en realidad la verdadera religión no es meramente ciencia, sino primero y por encima de todo es sentimiento.
El ser humano es en realidad más emoción que mente, aunque el reino humano aparece como inteligente y capaz de pensar y de producir tantas cosas notables por medio de la mente. La mente puede producir muchas cosas, pero es el sentimiento el que sabe qué debe producirse y cómo. Y al oír eso creo que el sentimiento es lo que más debe recibir nuestra consideración. Nuestras mentes están atestadas de ideas y hechos porque queremos exhibir nuestra habilidad, no sólo mental sino de la lengua.
Si realmente queremos construir una fraternidad humana, tenemos que hacer una cosa nada más: reeducarnos. Tenemos que empezar por aprender la base de la espiritualidad, que es el sentir rectamente, que es lo que más falta nos hace en la educación moderna.
En las religiones, pero con especial énfasis en la religión Hindú, se dice que ‘No hay religión superior a
Me causa sorpresa la manera como muchos vivimos; podemos hablar, escribir, ganar el sustento, vivir cómodamente, pero lo triste en todo eso es que cerramos los ojos y los oídos al sufrimiento que nos rodea. Escuchamos a los que pueden hablar, pero no queremos escuchar a los que no pueden hablar. Cuán pocos son los que se dan cuenta de que el problema de nuestra felicidad depende de ser conscientes del sufrimiento que hay en torno nuestro. Yo les recomendaría abrir los ojos, y entonces descubrirían un campo muy grande y maravilloso para una nueva actividad a la que podrían entregarse de todo corazón, que acrecentaría en ellos el espíritu de fraternidad.
El Señor Buda decía que hay dos cosas que son las más importantes: amistad y compasión. ¿Por qué? Creo que porque no puede haber compasión sin amistad. La verdadera amistad viene de dentro, y una vez que nace se extiende a todos como resultado de un verdadero sentimiento y simpatía y comprensión. Y este aspecto creo que es el más importante de la religión; sin él no hay religión, ni movimiento fraternal o filosófico o espiritual. Se dice que el Señor Buda jamás pronunció una sola palabra dura o áspera en toda su vida, y que su enseñanza giraba enteramente en torno a un pensamiento, la piedad. La piedad era la causa raíz de su enseñanza. Por piedad se buscaba, y de esa búsqueda venía el conocimiento. Cuando el conocimiento no viene como resultado de un sentimiento de piedad, de compasión, ¿qué bien puede hacer?
Lo que los hombres necesitamos no es sino una cosa: ser humanos. Poner en práctica nuestros ideales de amor universal, de universalidad, de unidad. Esto, para mí, es religión, es Teosofía.
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