lunes, 5 de enero de 2009
FELICIDAD
Miguel Nario
Revista Evolución Julio de 1942. Argentina.
FELICIDAD!... Meta ideal. Aspiración suprema. ¡Qué lejano está tu reino, para esta pobre humanidad! De esta pobre humanidad, que te busca sin encontrarte.
¡Es que tan pocos poseen el secreto! Todos intentan llegar a tí, pero de qué forma... Aspiran llegar a tu reino, todo luz y van por la senda, cargados de tinieblas. Quieren llegar hasta tu reino, todo armonía y la anarquía completa domina su espíritu. Desean llegar hasta tí, oh, esplendoroso reinado del amor ¡y cuánto pesa su mochila, cargada de odio! Y, más aún, el ser, va encerrado en sí mismo con su egoismo, pensando sólo para sí; queriendo ser feliz, él sólo, ignorando por consiguiente, que nuestra felicidad se elabora, al trabajar para conseguir la felicidad de otros.
Debemos, pues, ser un perpétuo ofrecimiento de todo lo bello que podamos albergar y dar, no pensando en la recompensa, sino en el bien que hacemos y por la satisfacción que implica, el aliviar el dolor del hermano en desgracia.
¿Cómo podríais ser felices, viviendo rodeados de desgraciados? Si te sustraes al medio; si no miras o si miras sin ver, y consigues relativa "felicidad", con ese proceder, ¡qué ignorante eres! Porque llegará fatalmente el día que los hechos te harán ver y entonces comprobarás que has añadido a tu cadena, otro eslabón, quizá el más infamante: el del egoísmo.
El Mártir del Gólgota, hizo incondicional entrega de todo su ser: alma y cuerpo. ¿Por qué? Para hacer a la humanidad más comprensiva; menos egoísta; más amorosa y fraternal. El buscaba la felicidad de la descarriada humanidad y sabía que solamente sería feliz, el día que imitando su ejemplo, elevando su alma hacia las alturas para fortalecerse, se dedicará empeñosa a hacer feliz al prójimo y sintetizó su doctrina en las sublimes palabras: ¡Ama a tu prójimo, como a tí mismo!
¡Como a tí mismo!... El sabía como nadie de nuestro colosal egoísmo; sabía que nos desvivíamos por nosotros y que dedicábamos todos nuestros afanes, para conseguir nuestro bienestar, sea como fuere y a costa de lo que fuere.
El comprendía que cuando amáramos al prójimo como a nosotros mismos, habríamos realizado ya una gran jornada y a esa altura de la Senda, felices debemos ser, porque somos casi perfectos y perfección es armonía y armonía, felicidad.
Consigamos pues la armonía en nuestro interior y una vez conseguida procuremos que éste, el otro y el de más allá, también se armonicen y a su vez estos, armonizarán a otros. Es decir, los pondrán en vías de realizar el milagro de ser felices.
Al realizar esta obra nuestra alma empieza a sentirse feliz; feliz por lo que ha dado. Antítesis grande con aquellos que para conseguir la felicidad, en vez de darse, acaparan. Aúnan los esfuerzos ajenos para alcanzar su propio bienestar. (Pero, ¡ah! cuando llega la hora final, cómo abren espantados los ojos al ver sus vidas tan vacías, tan vacías...)
Armonízate, pues, hermano. Llena tu vida de amor. Repártelo a manos llenas. Pon todas las facultades y potencias de tu alma, al servicio de tus hermanos; trata de que sean felices y verás con asombro, que sin advertirlo has ido labrando tu felicidad y sean cuales fueren tus pruebas y tus dificultades, que en tu marcha se interpongan, no conseguirán amargar a tu alma, que luminosa y radiante, estará inmunizada contra estos pasajeros inconvenientes.
Vamos hermano a ser felices, consiguiendo la felicidad de otros.
Dios desde lo alto, sonreirá complacido.
Revista Evolución Julio de 1942. Argentina.
FELICIDAD!... Meta ideal. Aspiración suprema. ¡Qué lejano está tu reino, para esta pobre humanidad! De esta pobre humanidad, que te busca sin encontrarte.
¡Es que tan pocos poseen el secreto! Todos intentan llegar a tí, pero de qué forma... Aspiran llegar a tu reino, todo luz y van por la senda, cargados de tinieblas. Quieren llegar hasta tu reino, todo armonía y la anarquía completa domina su espíritu. Desean llegar hasta tí, oh, esplendoroso reinado del amor ¡y cuánto pesa su mochila, cargada de odio! Y, más aún, el ser, va encerrado en sí mismo con su egoismo, pensando sólo para sí; queriendo ser feliz, él sólo, ignorando por consiguiente, que nuestra felicidad se elabora, al trabajar para conseguir la felicidad de otros.
Debemos, pues, ser un perpétuo ofrecimiento de todo lo bello que podamos albergar y dar, no pensando en la recompensa, sino en el bien que hacemos y por la satisfacción que implica, el aliviar el dolor del hermano en desgracia.
¿Cómo podríais ser felices, viviendo rodeados de desgraciados? Si te sustraes al medio; si no miras o si miras sin ver, y consigues relativa "felicidad", con ese proceder, ¡qué ignorante eres! Porque llegará fatalmente el día que los hechos te harán ver y entonces comprobarás que has añadido a tu cadena, otro eslabón, quizá el más infamante: el del egoísmo.
El Mártir del Gólgota, hizo incondicional entrega de todo su ser: alma y cuerpo. ¿Por qué? Para hacer a la humanidad más comprensiva; menos egoísta; más amorosa y fraternal. El buscaba la felicidad de la descarriada humanidad y sabía que solamente sería feliz, el día que imitando su ejemplo, elevando su alma hacia las alturas para fortalecerse, se dedicará empeñosa a hacer feliz al prójimo y sintetizó su doctrina en las sublimes palabras: ¡Ama a tu prójimo, como a tí mismo!
¡Como a tí mismo!... El sabía como nadie de nuestro colosal egoísmo; sabía que nos desvivíamos por nosotros y que dedicábamos todos nuestros afanes, para conseguir nuestro bienestar, sea como fuere y a costa de lo que fuere.
El comprendía que cuando amáramos al prójimo como a nosotros mismos, habríamos realizado ya una gran jornada y a esa altura de la Senda, felices debemos ser, porque somos casi perfectos y perfección es armonía y armonía, felicidad.
Consigamos pues la armonía en nuestro interior y una vez conseguida procuremos que éste, el otro y el de más allá, también se armonicen y a su vez estos, armonizarán a otros. Es decir, los pondrán en vías de realizar el milagro de ser felices.
Al realizar esta obra nuestra alma empieza a sentirse feliz; feliz por lo que ha dado. Antítesis grande con aquellos que para conseguir la felicidad, en vez de darse, acaparan. Aúnan los esfuerzos ajenos para alcanzar su propio bienestar. (Pero, ¡ah! cuando llega la hora final, cómo abren espantados los ojos al ver sus vidas tan vacías, tan vacías...)
Armonízate, pues, hermano. Llena tu vida de amor. Repártelo a manos llenas. Pon todas las facultades y potencias de tu alma, al servicio de tus hermanos; trata de que sean felices y verás con asombro, que sin advertirlo has ido labrando tu felicidad y sean cuales fueren tus pruebas y tus dificultades, que en tu marcha se interpongan, no conseguirán amargar a tu alma, que luminosa y radiante, estará inmunizada contra estos pasajeros inconvenientes.
Vamos hermano a ser felices, consiguiendo la felicidad de otros.
Dios desde lo alto, sonreirá complacido.
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