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A la Sagrada Majestad de la VERDAD

Thomas Taylor

viernes, 2 de enero de 2009

Teosofía para abogados

Geoffrey Hodson

The Theosophist April 1947

La ley humana, en su impersonalidad, imparcialidad y estricta justicia, como las matemáticas, es una expresión directa en la tierra de lo Divino en el Cosmos. La definición más elevada posible de Dios es la LEY, Principio Inmutable en virtud del cual todas las cosas grandes y pequeñas, macrocósmicas y microcósmicas, se conciben, se manifiestan, se densifican en su más alto grado, son pulidas, perfeccionadas y, finalmente, retiradas. En el macrocosmos todo es la LEY y la LEY lo es todo. Este es el más alto, más noble ideal de divinidad en Dios. Dios es la LEY inmutable.

Energía, Vida, Inteligencia, y forma son las bases de la Creación. Su existencia, aparición, la plena manifestación y retirada se producen en el marco del gobierno absoluto de la LEY perfecta.

El legislador y legalista en la tierra, sin importar lo mundanas que sus actividades puedan parecer, siguen una ocupación divina. La ley humana refleja la LEY divina. El hombre de leyes es un agente de esa LEY. El “toque del cielo” descansa sobre el erróneamente entendido como árido procedimiento de la administración de la ley.

Una parte del propósito de la LEY cósmica es producir seres humanos perfectos. Este objetivo del Cosmos debería ser siempre recordado por los administradores humanos de la ley. El verdadero propósito de las leyes de protección es menos castigar y más perfeccionar, menos limitar y más reorientar, nunca para destruir, siempre para elevar.

La función de la ley, internacional, nacional y civil es la vida perfecta, educar al individuo en el auto-control y en las correctas relaciones con quienes le rodean, así como establecer bases flexibles pero firmes para la civilización.

La justicia del hombre, por lo tanto, mientras exacta, debería administrarse siempre con miras al supremo y sublime propósito de la existencia humana. El ciudadano honesto es protegido, el deshonesto sancionado y el deliberadamente criminal castigado y separado, siempre con el fin de producir un fino tipo de hombre. Esa es la prueba del valor, e incluso la validez de cualquier ley, así como de la labor de todos y cada uno de sus administradores.

Parlamentarios en sesiones, los jueces en sus oficinas, los magistrados en sus puestos, los detectives y la policía, y todo el personal relacionado con la ley, idealmente debería guiarse por un sentido imparcial e impersonal de la justicia, así como por un reconocimiento de sus más grandes y menos mundanas funciones como servidores de las almas de los hombres, cada uno un peregrino viajando hacia la perfección bajo la LEY absoluta.

El aspecto penal de la ley humana presenta la mayor dificultad en la adhesión a este ideal. Los sentimientos humanos están inevitablemente involucrados. La justicia se hace menos imparcial en el grado en que surge y se implica la emoción. Esto tiende a ser especialmente cierto en el caso, tanto de aquellos que sufren a manos de los criminales, susceptibles como lo son al deseo de venganza, como para los trabajadores de las prisiones en los cuales recae la responsabilidad para el cumplimiento de los decretos de la justicia y el mantenimiento de la disciplina carcelaria. Porque la dificultad en este punto es de las más críticas, se debería tener el mayor cuidado en la formación y selección de tales oficiales. El espíritu de venganza, las prácticas crueles, la indebida aplicación de las medidas disciplinarias son contrarias tanto al espíritu imparcial de la justicia como al bienestar y el progreso de los procesados y condenados. Es aquí, en la actual etapa de la evolución humana, que la ley humana con más frecuencia falla en ambos objetivos. En este punto, por lo tanto, la reforma - período de sesiones, los jueces en el cargo, los Estatutos de una nación - debería acercarse más a esa estricta e imparcial justicia, que es el ideal. En última instancia, los agentes, los hombres y mujeres responsables a la hora de llevar a cabo las sentencias, pudieran estar muy lejos de ese ideal si se formaran erróneamente.

Bajo la LEY Cósmica, las penas para los delitos son siempre minuciosamente exactas en su adecuación al delito cometido. No existe la menor posibilidad de fallo conforme a la ley natural de causa y efecto ya que en este ámbito también son nombrados los administradores, así el progreso espiritual de la víctima de la ley en su aspecto correctivo nunca es ignorado. Muy por el contrario, es el único principio rector de todas las Inteligencias, que encarnando el principio de la LEY, son responsables de su aplicación a la acción humana.

Principalmente por extensión durante largos periodos de tiempo, pero también por los procesos de demora y las precipitaciones en favorables y desfavorables ocasiones, respectivamente, y también por equilibrar cuidadosamente los beneficios con las reacciones adversas de acciones anteriores, estas Inteligencias aseguran la estricta justicia para todos los seres humanos y, al mismo tiempo en la mayor medida posible la educación y por lo tanto, la asistencia evolucionaria. De modo similar permiten los resultados benéficos de la conducta digna, de los hechos nobles y de las acciones desinteresadas, en formas y en tiempos cuando el mayor beneficio evolucionario será obtenido de ellos.

Así como en la tierra una jerarquía de funcionarios desde el Ministro de Justicia hacia abajo es responsable de la administración de la ley humana en una Nación, así también en todos los niveles de la conciencia humana, física, psíquica, intelectual y espiritual, una Jerarquía de Inteligencias es responsable de la administración de la LEY cósmica.

Estos dos sistemas interactúan continuamente en el ser humano. En el proceso de interacción entre los dos, incluso los errores humanos y sus efectos en el aligeramiento o aumento del peso de las condenas también se producen en virtud de la LEY Cósmica, ya que han sido ganados por quien los recibe. Aquellos que yerran, sin embargo, a su vez generan reacciones cósmicas sobre sí mismos, siempre estrictamente proporcionales a la deliberación y el grado de error.

El error por falta de capacidad o de cuidadoso razonamiento, o por falta de atención especial y, por tanto, sin motivación de injusticia detrás de él, produce menos reacciones dolorosas que el error deliberado basado en la motivación de causar dolor injustamente. La Ley Cósmica es puesta incesantemente en movimiento por, y sobre el hombre. Al final, todos los decretos, sean inmediata y aparentemente benéficos o negativos en sus efectos, son educativos, enseñando especialmente que la violación de la LEY cósmica no paga. También en el largo plazo, debería basarse la ley humana sobre este principio básico.

El hombre sabio es el que por sus acciones ordena que todas las reacciones bajo la LEY Cósmica sean armoniosas. Actuando cada vez menos por motivos egoístas, viviendo su vida cada vez más y más como una manifestación impersonal del propósito cósmico que es la evolución, él no provoca la auto - modificación y la auto - dominación por la LEY cósmica. Él evita estos dos efectos de la acción egoísta y así obtiene la libertad y la serenidad individual. Nada externo, ni siquiera la LEY Cósmica, ya que él es su agente directo, tiene el poder de dar forma a su existencia, limitar sus actividades, o forzar experiencias sobre él. Él es auto – gobernado desde adentro. Es entonces no sólo sabio, sino el rey espiritual. Para la producción de esos hombres, la ley humana, como también la educación y la religión, deben ser diseñados y administrados.

Traducido por el novato que administra este blog. Sin revisar.

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