viernes, 26 de diciembre de 2008
Calumnias Rectificadas
Por Radha Burnier
The Theosophist Sept-1986
Siempre, desde que Richard Hodgson de la Sociedad de Investigaciones Psíquicas produjo su informe “denunciando” a Madame Blavatsky, ha habido gente incluso escritores supuestamente serios, que han tragado entero el resultado de las así llamadas investigaciones, las cuales no fueron más que alegatos prejuiciosos.
La palabra impresa tiene sobre la gente un efecto extraordinariamente hipnótico, incluso en personas que parecen inteligentes pero son incapaces de analizar las palabras de los que pretenden ser investigadores, académicos, eruditos o expertos.
Cuando una opinión en particular ha sido propuesta por alguna de esas personas y se ha impreso, se vuelve en cierta medida “autorizada”. Cuando se escribe otro libro y se cita algo de esa obra “autorizada”, o se aprueban las declaraciones hechas en ella, eso tiende a volverla doblemente autorizada. Cuando más y más se escribe parece como si los hechos hubieran quedado establecidos fuera de toda duda, aunque los pronunciamientos originales puedan haber sido errados, falsos o elaborados por una mente prejuiciado. Es como una hilación de deducciones lógicas basadas en una premisa falsa. Si las premisas son falsas, aunque pueda haber lógica en las deducciones posteriores, no tienen ninguna validez y son como una estructura edificada sin cimientos.
Los alegatos hechos contra Madame Blavatsky han sido repetidos una y otra vez sin un examen imparcial del informe de Hodgson. Solamente dentro de la Sociedad Teosófica se rechazó ese informe, porque se examinaron y se comprendieron una cantidad de hechos obvios acerca del carácter de los Coulomb (en quienes Hodgson confió) y otros puntos.
Al fin ahora el Dr. Vernon Harrison, un experto en falsificaciones y anterior Gerente de Investigación de Thomas de la Rue, ha hecho un re-examen de las supuestas pruebas. Un reciente comunicado a la prensa de la Sociedad de Investigaciones Psíquicas en Inglaterra, da esta información y menciona también que la revista de esta Sociedad correspondiente a Abril de 1986 incluye una enérgica descalificación del calumnioso informe Hodgson de 1885. Muestra que Hodgson estaba lleno de prejuicios e inclinado a ver todas las cosas desde el punto de vista de sus propios sesgos. Por eso le pareció a él que las cartas que habían puesto en sus manos los enfadados Coulombs, quienes habían sido expulsados de la Sociedad Teosófica en Adyar por falta de honradez, eran genuinas y probaban que H.P.B. era una farsante. Igualmente saltó con presteza a la conclusión de que las cartas de los Mahatmas eran producciones espurias de H.P.B.
El examen que el Dr. Harrison hizo de los manuscritos presentados como pruebas en el informe Hodgson, lo llevó a la conclusión de que la evidencia “es tan débil, parcial y confusa que con la misma facilidad mostraría que Madame Blavatsky escribió la novela de Huckleberry Finn o que el presidente Eisenhower escribió las cartas de los Maestros”.
La verdad tiene un poder que no pueden debilitar ni los prejuicios ni las animosidades o ataques. La verdad en los escritos de H.P.B. no puede menos que emerger triunfante, justificada tarde o temprano por una mayor comprensión y una penetración más honda de la mente humana.
Las frases usadas por el Dr. Harrison podrían aplicarse igualmente bien en otros casos en que toda posible pieza de evidencia se ha utilizado para ennegrecer los blancos de ataque y se ha pasado por alto toda evidencia en su favor. Durante décadas C.W. Leadbeater ha sido víctima de acusaciones de inmoralidad lanzadas contra él sin examinar todos los hechos. Sus actividades y sus escritos, que han sido muy influyentes, molestan a cierta gente que nos los mira favorablemente. Como la parcialidad contra él es fuerte, se pasan por alto las evidencias a favor de su honestidad y buen carácter, mientras toda clase de cuentos difamatorios han sido repetidos como un ungüento que alivia las irritaciones de sus críticos, más bien que como exposiciones de hechos.
Entre los íntimos asociados de Leadbeater estuvieron el profesor Ernest Wood y el Ingeniero R. Balfour Clarke. Ambos pasaron años en su compañía observándolo en su trabajo y permaneciendo con él noche y día. Balfour Clarke categóricamente afirmaba a cualquiera que le preguntara, incluso a mí misma, que él nunca encontró ninguna evidencia de comportamiento inmoral en C.W. Leadbeater.
Ernest Wood no dejó de criticar a Leadbeater a quién le sirvió como secretario y ayudante personal por varios años. Entre sus papeles se encontró el siguiente que fue impreso en el número de Agosto de 1979 de The Theosophist, con una nota introductoria del entonces presidente N. Sri Ram:
“El obispo Leadbeater fue lo que yo llamo un gran hombre, con lo cual indico que ek deseo que consumía su vida era el bienestar de la humanidad. Ningún placer personal dejaba él que interfiriera con ello. Estaba, de eso estoy seguro, libre de la pasión sexual y de los intereses por los cuales fue acusado por personas sin suficiente discernimiento. Pero siendo hombre de gran valor, de criterio independiente, de fraternidad sin falla y de amor por la libertad personal, en los días de su juventud trató los problemas sexuales de otros conforme a su propio saber y entender. Sus virtudes eran esencialmente las de un clérigo aldeano del mejor tipo. Por tanto él no trataba de atraer grandes multitudes, sino trabajaba con pequeños grupos en los que su afecto podría tener pleno efecto, y bajo la creencia de que el bien que pudiera hacer allá se difundiría.
El segundo interés de él era por el conocimiento. Esto mostró una actitud definidamente científica, con lo cual quiero decir que era muy cuidadoso de los detalles y emprendía sus investigaciones con la idea de encontrar hechos y no la de confirmar ideas preconcebidas. Llamo a esto su ‘segundo interés’ porque generalmente él estaba dispuesto a demorar o dejar a un lado este trabajo ante una ocasión de ayudar a jóvenes o a sus grupos personales.”
Los jueces británicos ante quienes Annie Besant arguyó por la custodia del joven Krishnamurti y su hermano Nityananda estaban altamente prejuiciados contra ella y sus colegas, incluso Leadbeater, pues no podían comprender que una mujer inglesa estuviera del lado de los Indios en su exigencia de Gobierno propio. Los abogados que se opusieron a ella, admitieron más tarde que tuvieron éxito contra ella únicamente porque los jueces estaban prejuiciados desde el comienzo. Pero incluso estos mismos jueces los exoneraron de los mismos cargos de inmoralidad que todavía lanzan contra él ciertas personas. Más tarde en Sydney, cuando hubo más intentos por implicarlo, la investigación policial no encontró evidencia alguna de culpa.
Es mucho más fácil repetir alegatos y citar lo que otros dicen, que ser imparcial. Es también más fácil, evidentemente, condenar faltas y fracasos, que ser amables y apreciativos de lo bueno en otros. Criticar las ideas y escritos de una persona, en términos objetivos, aunque sea con mucha fuerza, es indudablemente legítimo y hasta a veces deseable, como lo es oponerse a líneas particulares de actividad. Pero la difamación del carácter de una persona meramente anula la credibilidad de los críticos que apelan a ello.
The Theosophist Sept-1986
Siempre, desde que Richard Hodgson de la Sociedad de Investigaciones Psíquicas produjo su informe “denunciando” a Madame Blavatsky, ha habido gente incluso escritores supuestamente serios, que han tragado entero el resultado de las así llamadas investigaciones, las cuales no fueron más que alegatos prejuiciosos.
La palabra impresa tiene sobre la gente un efecto extraordinariamente hipnótico, incluso en personas que parecen inteligentes pero son incapaces de analizar las palabras de los que pretenden ser investigadores, académicos, eruditos o expertos.
Cuando una opinión en particular ha sido propuesta por alguna de esas personas y se ha impreso, se vuelve en cierta medida “autorizada”. Cuando se escribe otro libro y se cita algo de esa obra “autorizada”, o se aprueban las declaraciones hechas en ella, eso tiende a volverla doblemente autorizada. Cuando más y más se escribe parece como si los hechos hubieran quedado establecidos fuera de toda duda, aunque los pronunciamientos originales puedan haber sido errados, falsos o elaborados por una mente prejuiciado. Es como una hilación de deducciones lógicas basadas en una premisa falsa. Si las premisas son falsas, aunque pueda haber lógica en las deducciones posteriores, no tienen ninguna validez y son como una estructura edificada sin cimientos.
Los alegatos hechos contra Madame Blavatsky han sido repetidos una y otra vez sin un examen imparcial del informe de Hodgson. Solamente dentro de la Sociedad Teosófica se rechazó ese informe, porque se examinaron y se comprendieron una cantidad de hechos obvios acerca del carácter de los Coulomb (en quienes Hodgson confió) y otros puntos.
Al fin ahora el Dr. Vernon Harrison, un experto en falsificaciones y anterior Gerente de Investigación de Thomas de la Rue, ha hecho un re-examen de las supuestas pruebas. Un reciente comunicado a la prensa de la Sociedad de Investigaciones Psíquicas en Inglaterra, da esta información y menciona también que la revista de esta Sociedad correspondiente a Abril de 1986 incluye una enérgica descalificación del calumnioso informe Hodgson de 1885. Muestra que Hodgson estaba lleno de prejuicios e inclinado a ver todas las cosas desde el punto de vista de sus propios sesgos. Por eso le pareció a él que las cartas que habían puesto en sus manos los enfadados Coulombs, quienes habían sido expulsados de la Sociedad Teosófica en Adyar por falta de honradez, eran genuinas y probaban que H.P.B. era una farsante. Igualmente saltó con presteza a la conclusión de que las cartas de los Mahatmas eran producciones espurias de H.P.B.
El examen que el Dr. Harrison hizo de los manuscritos presentados como pruebas en el informe Hodgson, lo llevó a la conclusión de que la evidencia “es tan débil, parcial y confusa que con la misma facilidad mostraría que Madame Blavatsky escribió la novela de Huckleberry Finn o que el presidente Eisenhower escribió las cartas de los Maestros”.
La verdad tiene un poder que no pueden debilitar ni los prejuicios ni las animosidades o ataques. La verdad en los escritos de H.P.B. no puede menos que emerger triunfante, justificada tarde o temprano por una mayor comprensión y una penetración más honda de la mente humana.
Las frases usadas por el Dr. Harrison podrían aplicarse igualmente bien en otros casos en que toda posible pieza de evidencia se ha utilizado para ennegrecer los blancos de ataque y se ha pasado por alto toda evidencia en su favor. Durante décadas C.W. Leadbeater ha sido víctima de acusaciones de inmoralidad lanzadas contra él sin examinar todos los hechos. Sus actividades y sus escritos, que han sido muy influyentes, molestan a cierta gente que nos los mira favorablemente. Como la parcialidad contra él es fuerte, se pasan por alto las evidencias a favor de su honestidad y buen carácter, mientras toda clase de cuentos difamatorios han sido repetidos como un ungüento que alivia las irritaciones de sus críticos, más bien que como exposiciones de hechos.
Entre los íntimos asociados de Leadbeater estuvieron el profesor Ernest Wood y el Ingeniero R. Balfour Clarke. Ambos pasaron años en su compañía observándolo en su trabajo y permaneciendo con él noche y día. Balfour Clarke categóricamente afirmaba a cualquiera que le preguntara, incluso a mí misma, que él nunca encontró ninguna evidencia de comportamiento inmoral en C.W. Leadbeater.
Ernest Wood no dejó de criticar a Leadbeater a quién le sirvió como secretario y ayudante personal por varios años. Entre sus papeles se encontró el siguiente que fue impreso en el número de Agosto de 1979 de The Theosophist, con una nota introductoria del entonces presidente N. Sri Ram:
“El obispo Leadbeater fue lo que yo llamo un gran hombre, con lo cual indico que ek deseo que consumía su vida era el bienestar de la humanidad. Ningún placer personal dejaba él que interfiriera con ello. Estaba, de eso estoy seguro, libre de la pasión sexual y de los intereses por los cuales fue acusado por personas sin suficiente discernimiento. Pero siendo hombre de gran valor, de criterio independiente, de fraternidad sin falla y de amor por la libertad personal, en los días de su juventud trató los problemas sexuales de otros conforme a su propio saber y entender. Sus virtudes eran esencialmente las de un clérigo aldeano del mejor tipo. Por tanto él no trataba de atraer grandes multitudes, sino trabajaba con pequeños grupos en los que su afecto podría tener pleno efecto, y bajo la creencia de que el bien que pudiera hacer allá se difundiría.
El segundo interés de él era por el conocimiento. Esto mostró una actitud definidamente científica, con lo cual quiero decir que era muy cuidadoso de los detalles y emprendía sus investigaciones con la idea de encontrar hechos y no la de confirmar ideas preconcebidas. Llamo a esto su ‘segundo interés’ porque generalmente él estaba dispuesto a demorar o dejar a un lado este trabajo ante una ocasión de ayudar a jóvenes o a sus grupos personales.”
Los jueces británicos ante quienes Annie Besant arguyó por la custodia del joven Krishnamurti y su hermano Nityananda estaban altamente prejuiciados contra ella y sus colegas, incluso Leadbeater, pues no podían comprender que una mujer inglesa estuviera del lado de los Indios en su exigencia de Gobierno propio. Los abogados que se opusieron a ella, admitieron más tarde que tuvieron éxito contra ella únicamente porque los jueces estaban prejuiciados desde el comienzo. Pero incluso estos mismos jueces los exoneraron de los mismos cargos de inmoralidad que todavía lanzan contra él ciertas personas. Más tarde en Sydney, cuando hubo más intentos por implicarlo, la investigación policial no encontró evidencia alguna de culpa.
Es mucho más fácil repetir alegatos y citar lo que otros dicen, que ser imparcial. Es también más fácil, evidentemente, condenar faltas y fracasos, que ser amables y apreciativos de lo bueno en otros. Criticar las ideas y escritos de una persona, en términos objetivos, aunque sea con mucha fuerza, es indudablemente legítimo y hasta a veces deseable, como lo es oponerse a líneas particulares de actividad. Pero la difamación del carácter de una persona meramente anula la credibilidad de los críticos que apelan a ello.
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