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A la Sagrada Majestad de la VERDAD

Thomas Taylor

domingo, 28 de diciembre de 2008

Propósito Fundamental de la Sociedad Teosófica

Indian Theosophist. Junio 1981.
A. Suryanarayan Moorti

Afiliarse a la S. T. es un privilegio extraordinario. Su importancia no puede apreciarla plenamente un miembro mientras no haga un estudio profundo de la Teosofía y comprenda el propósito para el cual fue fundada la S. T., y conozca el carácter único y el sabor distintivo de esta organización.
El primer objeto de la S. T. es formar un núcleo de la Fraternidad Universal de la humanidad. Esa fraternidad es un hecho de la naturaleza. La S. T. no se ha establecido para promover fraternidad entre los miembros de la S. T. como si fueran un grupo de personas apartadas del resto de la humanidad. Sino para formar un núcleo entre toda la humanidad en conjunto. Un núcleo es un organismo viviente que está en proceso constante de expansión.
La S. T. está destinada a ser una entidad orgánica de viviente influencia humanitaria. La calidad única de este organismo ha de encontrarse en las contribuciones vivientes de sus miembros. La característica especial de la S. T. es la de ser un centro, no una circunferencia. Jamás puede degenerar en un grupo estrecho o sectario. H. P. B. exhortaba a los miembros a no trabajar simplemente por la S. T. sino por la humanidad por medio de la S. T.
Hugh Shearman dice: “La Fraternidad es el principio fundamental de la S. T. Se dice a menudo que muchas organizaciones y movimientos están predicando y practicando la fraternidad, y que si la S. T. no va a hacer algo más original que eso, bien podría cerrarse. Pero semejante modo de pensar se basa en una noción superficial y demasiado convencional de lo que profesamos y entendemos con respecto a la fraternidad. Lo que pretendemos es entrar en una experiencia más y más honda de aquellas verdades fundamentales de las cuales la fraternidad es solamente la expresión externa. La fraternidad de que nos ocupamos tiene que trascender aquellas formas externas de acción fraternal en que se ocupan muchos de nuestros miembros, tales como el servicio social, el esfuerzo por lograr comprensión internacional, aliviar a los que sufren, o desenvolver actividades culturales y artísticas. La fraternidad puede incluir todas esas cosas, pero también es algo muchísimo más grande basado en las realidades más hondas del hombre y del universo.
“La impersonalidad es una cualidad que debe pertenecer a los niveles más hondos de la fraternidad, y es muy importante en nuestra tarea. La fraternidad, en su aspecto mejor y más sabio, es ciertamente impersonal, porque implica librarse u olvidarse del yo más personal. A esto se le llama a veces liberación.
“Esta liberación puede venirnos al darnos cada vez más cuenta del escenario y conjunto dentro del cual vivimos. Es lo único que da sentido y valor a nuestras vidas. Ante esa comprensión pueden desaparecer nuestras mezquindades, ambiciones y resentimientos, y puede hacerse más realista y más efectivo nuestro servicio a otros.”
Puede verse, pues, que la Fraternidad Universal de la Humanidad que la S. T. propugna, no es un concepto sociológico sino un concepto de naturaleza esencialmente espiritual.
Ordinariamente se espera que cuando una persona se afilia a una sociedad siga a alguna autoridad. El jefe es generalmente la autoridad suprema cuya palabra es ley y a quien se considera como un privilegio poder servirle. Ese jefe puede ser alguien que se da el título de “gurú” o de un “avatar” divino. Sus discípulos se aglomeran en torno suyo a adorarle. Se espera que le sigan ciegamente y se le sometan completamente sin ninguna reserva. Cualquier duda de parte de un seguidor se considera sacrílega. En cambio, en la S. T. todo miembro goza de absoluta libertad para pensar.
“Ningún instructor o escritor desde H. P. Blavatsky para abajo tiene autoridad alguna para imponer sus enseñanzas y opiniones a los miembros. A todo miembro de la S. T. se le pide encarecidamente mantener, defender y actuar sobre estos principios fundamentales, y también ejercer sin temor su propio derecho a la libertad de pensar y expresarse, dentro de los límites de la cortesía y la consideración por los demás.”
Comentando sobre esta provisión de libertad de pensamiento dentro del marco de la S. T., Hugh Shearman anota: “En todas las discusiones en la S. T. es necesario que el respeto por la libertad de todos los miembros sea mucho más que una mera concepción formal o un acuerdo para diferir. Debe incluir cierta reverencia por la naturaleza humana y una delicadeza de sentimientos que se expresa de un modo paciente y apreciativo, tratando de descubrir las contribuciones más finas y a menudo inexpresadas que otros quieren dar.”
Citando la observación hecha por H. P. Blavatsky de que “la idea radical misma de la S. T. es la investigación libre y sin temor,” la Sra Radha Burnier dice que en la S. T. “no hay lugar para los que están encerrados en credos y dogmas, y cuya adhesión a su religión, a su ambiente y convenciones sociales es tan fuerte que les prohibe examinar cualquier cuestión. Sólo cuando el estudiante abandona el viejo y trillado camino de la rutina, y entra en la senda solitaria del pensamiento independiente, es un Teósofo. Ser Teósofo exige que uno sea un pensador original preparado a eliminar la superstición, a prescindir de la credulidad, y a descubrir la verdad por experimentación práctica, en vez de aceptar pasivamente opiniones y patrones de pensamiento y conducta.”
La libertad de pensamiento para los miembros es el principio cardinal y el cimiento mismo de la S. T. El lazo de unión entre los miembros de la S. T. no es la profesión de una creencia en común, sino una búsqueda en común de la Verdad. La búsqueda de la Verdad, la “investigación libre y sin temor” de la Verdad, no es posible a menos que exista una atmósfera de perfecta libertad de pensar. Cualquier coacción por medio de autoridad, tradición, o convención, o credo o dogmas, milita en contra de esa libertad.
Esta libertad se requiere que la ejerza todo miembro desde el momento de afiliarse a la S. T. se espera que se afilie a la S. T. por su propia voluntad libre sin ser influido por ninguna campaña proselitista. Es por esta razón que se nos ha aconsejado que no recurramos a hacer campañas para obtener miembros para nuestra Sociedad, aunque conseguirlos sea una parte natural de nuestra tarea.
Reclutar grandes números meramente para obtener más suscripciones y fortalecer el poder de votos para controlar las finanzas y propiedades de una Logia, no es consistente con la misión y el carácter de la S. T. El motivo en el trabajo de la S. T. debe ser puro, porque determina la dirección de las energías que se ponen en movimiento. Actuar de otra manera es siempre contraproducente, pues es contrario a la ética y resulta invariablemente en aumentar la discordia y la desarmonía en la Logia, y en traer descrédito. Los miembros que obren tan torpemente le causarían daño incalculable a la reputación de la Sociedad. Los meros recursos económicos o el número de miembros no desarrollan aquella calidad espiritual o fortaleza de la S. T. sin la cual todo lo demás es vano.
Aún sin hacer tales campañas, a veces se introduce en la Sociedad un nuevo miembro por simple curiosidad o interés pasajero, o por cualquier otra razón. Es deber de los miembros estimular a tales personas a desarrollar sus cualidades intelectuales, morales y espirituales. Pero la responsabilidad principal descansa en el nuevo miembro. Él debiera avanzar desde su motivo inicial hacia una apreciación más honda de la importancia y el sentido de su afiliación. La mejor invitación a un nuevo miembro y el mejor atractivo de la S. T., debe estar en sus miembros mismos.
Hugh Shearman observa con mucha razón: “Es por el tejido mismo de nuestras vidas, por el conjunto de nuestros pensamientos y sentimientos y actos, que construímos el núcleo de fraternidad y le damos un futuro seguro. No es por programas políticos, o por influir en las opiniones o votos de la gente que creamos un bello futuro. Es por nuestro amor e integridad e inegoísmo, por la plenitud de nuestra dedicación al servicio de la humanidad. Cuando nuestro trabajo por la Sociedad está realmente establecido sobre esas cualidades en nosotros mismos, habremos descubierto algo que nos capacitará para vivir y actuar sin hacer o siquiera pensar injustamente de otros, y sin agitación o ansiedad.”

Traducción de Walter Ballesteros.

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