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A la Sagrada Majestad de la VERDAD

Thomas Taylor

miércoles, 3 de junio de 2009

EL RIESGO DE SER "HUMANOS"


Justificamos muchas cosas con la disculpa que somos humanos, principalmente nuestras debilidades, limitaciones, errores y otras falencias. Por otra parte, si estamos en el sentido “correcto” la palaba humano, está relacionada con la palabra man, en inglés hombre, comprensible con el sentido sánscrito de man que significa el principio pensante, lo que nos hace hombres. Ejercer nuestra condición humana es actuar de acuerdo a la razón pura de nuestro principio pensante activo a plenitud.
Realmente nuestras debilidades, limitaciones, equivocaciones, barbaridades, guerras y deslices, justificadas por nuestra condición humana, son negaciones, precisamente, de nuestra naturaleza humana, de nuestra humanidad, de nuestra naturaleza pensante. Según esta base, no parece bien que justifiquemos nuestra inhumanidad diciendo, “es que somos humanos”. Podría proponerse que dijéramos, “es que aún no somos humanos cabales”.
Esta podría ser una conclusión, es que no somos humanos completos, estamos en el proceso de descubrir nuestra humanidad. La expresión cotidiana, para nuestro tiempo, de esta incompletud, es evidente. Nos cuesta distinguir entre lo mío, lo nuestro (por ejemplo de mi familia, con el mi de por medio), lo de mi grupo (en el cual recibe también el mi su gratificación social) y lo de todos; entre lo local, lo nacional, lo planetario, lo universal y lo único.
Vivimos en general sumidos en las inmediaciones del mi o del yo, entendido como la idea que tenemos de lo que creemos que somos, hasta el punto de estar convencidos que debemos defender a toda costa esa idea. En un mundo de mis y yos todos alienados bajo esa comprensión, es común que unos y otros se toquen, que haya fricción, que interaccionen, generando distintas reacciones, si quien me toca o se acerca a mis “predios” agranda las posibilidades del mi y el yo, y me reafirma bienvenido. Puede ser porque me reconozca mis logros, mi inteligencia, porque me alabe, o porque reflejo en él la posibilidad de lograr algo, un ascenso, reconocimiento, dinero, “sabiduría”, poder etc. Pero si quien me toca es evidente y demuestra alguna posibilidad de disminuir el mi y el yo que creo que soy, o es evidente que quiere algo del mi, un ascenso, reconocimiento a mi costa, mi dinero, mi “sabiduría”, beneficiarse de mi poder, así yo lo haya hecho y lo siga haciendo, al verlo en otros respecto a mi, no lo permito, entro en defensiva. Entro a defender mi yo y lo mio.
Esta es la batalla de la existencia. Esto es lo que llamamos la realidad. Y para vivir esta realidad es que nos educan competitivamente y para enfrentarla es que nos preparan nuestros padres, hasta el punto de terminar creyendo que es así. Por eso vivimos como vivimos, por eso reproducimos las mismas circunstancias.
Vivir de este modo reconforta y en cierta medida nos da seguridad, mientras la esfera del yo no tenga muchos problemas dentro de sus cuatro paredes. Al menos entre las justificaciones psicológicas profundas de porque vivimos así, se puede proponer esta búsqueda de seguridad, comodidad y supuesta estabilidad. Tan enraizado está este asunto en nuestro inconsciente, que aquellos que saben la técnica de su operatividad lo usan publicitariamente, políticamente y en otros sentidos para lograr objetivos no muy nobles. Es sin duda una seguridad inestable, una seguridad insegura, creer que algo en nosotros, necesita seguridad. Otra vez paradójicamente podríamos decir que lo que necesita seguridad en nosotros es nuestra fundamentación o basamento sobre estructuras por naturaleza inseguras. Esto es, lo que no somos, lo finito, lo pasajero, lo mutable, lo relacionable, lo que creemos que somos, pero que realmente no somos, porque la imagen mental que creemos somos y con la cual nos describimos, en defensa de la cual peleamos, aunque en perspectiva con lo real en nosotros, no es esa realidad.
Podemos vivir por muchas edades con esta idea, de hecho es la historia de la humanidad. Tal vez esto justifique apreciaciones famosas para los teósofos, como que en un millón de años poco o nada ha cambiado la consciencia humana, léase la consciencia de aquello que quiere descubrir su humanidad, que quiere ser lo que es.
Otro aspecto a resaltar en todo este proceso es el de los mecanismos usados para tratar de conservar la seguridad del yo. En síntesis solo se ve el mundo de un solo color. Me explico. Solo recibimos lo “bueno” y rechazamos todo lo “malo”. Tendemos a buscar nuestra idea de seguridad, en sintonía también con la de felicidad, en un algo externo, en algo por conseguir y alcanzar. Todo lo que creemos no contribuye a ese fin es malo y todo lo que en nosotros significa nuestro lado oscuro, tendencias no bien vistas socialmente, que visibles podrían perjudicar el yo, a la persona, la máscara que presento al mundo, recibe un valdado de tierra y queda atrás en el sótano de la consciencia. Ver el mundo o blanco o negro es una de las tendencias más visibles de la mente humana, a su vez una de las más nefastas, y una de las justificaciones favoritas de los asesores de masas de los hombres de estado “descarriados”.
La Religión de la Sabiduría tiene los elementos o herramientas básicas para que cada uno descubra su engaño, que es en gran medida un autoengaño. Miremos este caso. Cuando alguien es tocado en su yo, la reacción consiguiente es defenderse, dependiendo de ciertas restricciones de consciencia relacionadas con su formación moral y ética esa defensa se manifestará de distintas maneras. Una de ellas es defenderse escondiéndose, evitando confrontar, otra es defenderse racionalmente, en el sentido de razón pura, con inteligencia, con argumentación moderada y reflexión, mientras la defensa se crea por quien se defiende justificada ante su razón. Esto por mencionar dos modos de defensa sin confrontación destructiva o a “muerte”. Estos tienden a ser los más comunes, dada la supuesta “condición humana” como condición básica de la generalidad humana. Miremos este lado del tema. Quien se ve tocado en su yo y su forma de defenderse es atacando sin piedad, pierde la perspectiva de las cosas. Por un lado siente tambalear su fundamentación, sus bases y por ello se aferra de donde puede. Sus principios morales no existen o no son parte de su estructura consciente por lo que no emergen ante la ceguera del momento. Esto a donde lleva? a que en esa defensa a ultranza emerja de quien se defiende así lo peor de su “humanidad”, todo aquello a lo que le ha echado tierra para ocultarlo ante los ojos de lo social, como mecanismo de conservación de su personalidad o de lo que cree es. Es decir que en una circunstancia de estas se asoma la punta del iceberg de nuestra sombra, presentando imágenes bastante contrarias a la imagen de nosotros mismos, que nos hemos esmerado por cuidar, presentar y reproducir.
El riesgo de ser humanos en este sentido, además de vivir engañados, es que tarde que temprano el castillo de barajas se caerá, siendo una catástrofe para nuestro yo, y tal vez social, visto desde el mismo punto de vista de ese yo, que se resistirá a morir, incluso se transformará, conservando sus elementos esenciales. Desde otro punto de vista será una gran posibilidad de catarsis, de liberación y un punto de quiebre para comenzar el proceso de integración de lo blanco y de lo negro, de la bella y la bestia, del pequeño yo y el Gran Yo, de la condición humana en función de seres personales y la condición humana en función de su naturaleza pura, segura, inmutable y verdadera, la cual solo puede expresar razón pura, esa es la condición humana derivada del regalo de Prometeo, hecho actualidad en su máxima expresión por cada uno de los llamados seres humanos.

Por Juan

1 comentario:

Amalthea dijo...

Quisiera comentar algo sobre el llamado de atención para la publicación de la excelente biografía de Sylvia Cranston. ¿A que dirección puedo dirigirme?